Moniciones para el Vigésimo Octavo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo A

Por: P. Domingo Vásquez Morales | Fuente: Catholic.net

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El tema de la invitación al banquete que se nos presenta en las lecturas de este vigésimo octavo domingo, puede ser una ocasión propicia para revisar aquellos elementos de la celebración, que son precisamente, típicos de una fiesta centrada en un banquete. ¿Qué invitará a participar del banquete? El testimonio que demos día a día los miembros de la comunidad cristiana.
La Eucaristía es un anticipo real del banquete del Reino de Dios. Participemos en ella con el traje de fiesta de nuestra fe, que como los precios, va aumentando y produciendo los frutos que Dios espera de nosotros.

Primera Lectura: Isaías 25, 6-10a (Festín y bonanza de los tiempos mesiánicos)

La imagen del banquete era utilizada por los sabios en el Antiguo Testamento para describir el gozo que proporciona el festín de la sabiduría. Al final de los tiempos, viene a decirnos hoy el profeta Isaías, Yavé preparará para todos los pueblos un festín extraordinario, en este festín podrán participar cuantos tengan hambre, aunque no tengan dinero.

Segunda Lectura: Filipenses 4, 12-14 (Todo lo puedo en aquel que me conforta)

San Pablo agradece a la comunidad de Filipos la ayuda económica que le han prestado cuando éste se ha encontrado necesitado. Al mismo tiempo habla de la fuerza de Dios, que le hace capaz de vivir en cualquier situación.

Tercera Lectura: Mateo 22, 1-14 (Parábola del banquete de boda)

Hoy Mateo nos trae la parábola del banquete nupcial, conectada con la del domingo pasado, y viene a demostrar concretamente la conclusión de la misma. La diocidencia entre ambas parábolas se refiere a los destinatarios; a la idea, la salvación para todos los pueblos; a los mensajeros, los profetas y sobre todo Cristo, como figura central del plan e historia de salvación que ambas parábolas resumen.

Oración universal

A cada petición contestaremos: “Queremos habitar en tu casa, Señor”.

    • Por la Iglesia, enviada por Cristo a invitar a todos a entrar en la sala del banquete; para que sepa hacer atrayente su llamada, roguemos al Señor.
    • Por los que rechazan la invitación a participar en el banquete del reino de Dios; para que descubran en Él el gozo de la salvación, roguemos al Señor.
    • Por los que se sienten marginados de la sociedad y por los que recelan sentarse a la mesa con ellos; para que sepan abrirse unos a otros y celebren en el banquete de la reconciliación con Dios, roguemos al Señor.
    • Por cada uno de nosotros, que nos sentamos a la mesa de la Eucaristía; para que no incurramos en la contradicción de rehusar la invitación del Señor, como los invitados de la parábola, a participar en el banquete fraternal del reino de Dios, roguemos al Señor.
    • Exhortación Final
    • (Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 192)
    • Te bendecimos, Padre, con los pobres de la tierra
    • porque nos reservamos un puesto de honor en la vida
    • y en la mesa abierta y fraternal del banquete de tu reino,
    • donde el cuerpo de Cristo es nuestro pan familiar
    • Bendito seas, Señor, por Jesucristo, tu hijo
    • que es el novio de tus bodas con la humanidad y la Iglesia.
    • Líbranos de la locura de rechazar tu invitación deferente
    • con las ridículas excusas de nuestra miope insolidaridad.
    • Revístenos de la condición nueva de nuestro bautismo,
    • como hombres y mujeres nacidos en Cristo por el Espíritu,
    • para ser dignos de sentarnos a tu mesa para siempre
    Amén.