Moniciones para el Vigésimo Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B
Hermanos y hermanas, muy buenas noches (días, tardes). El ser humano está hecho para vivir en la unidad y para la hermandad de fe en Jesús. Como somos humanos y cristianos, crecemos y vivimos no aisladamente sino en comunidad. La base de toda comunidad humana es la familia y por eso la Iglesia exhorta a los matrimonios a la fidelidad. Muchas veces esto es difícil, pero Jesús, por su pasión y muerte, nos da la fuerza necesaria. Como hermanos y hermanas en Cristo, empecemos esta Liturgia cantando con alegría.
Primera lectura: Gn 2, 18-24 (Serán los dos una sola carne)
En este segundo capítulo del libro del Génesis, meditaremos en el poder creativo de Dios y su plan para constituir comunidad. “no está bien que el hombre esté solo”. Hombre y mujer tienen el mismo origen y un fin común. Escuchemos.
Segunda lectura: Hb 2, 9-11 (Santificador y santificados proceden del mismo)
Según la carta a los Hebreos, Cristo es superior a los ángeles, pero no está separado de los seres humanos. Quien santificó a todos tiene el mismo origen que los santificados; por eso somos hermanos. Ahora Cristo está glorificado por su pasión y muerte y nos abrió el camino hacia el Padre.
Tercera lectura: Mc 10, 2-16 (No separe el hombre lo que Dios ha unido)
El texto evangélico de hoy nos explica que Dios ha creado al ser humano hombre y mujer y en su unión matrimonial uno y otro se enriquecen y se complementan mutuamente. La unión es sagrada y nada ni nadie debe separarla. Pongamos atención a este mensaje, pero antes entonemos el Aleluya.
Oración Universal
1. Por todos los cristianos: para que fieles al Maestro, aparezcan ante el mundo como sal de la tierra y luz que alumbra en las tinieblas. Roguemos al Señor.
2. Por nuestros matrimonios: para que sean fieles testigos del amor de Cristo ante los demás. Roguemos al Señor.
3. Por los cristianos: para que sepamos responder a las necesidades de los enfermos, de los marginados, de los desempleados y abandonados. Roguemos al Señor.
4. Por nosotros mismos: para que nuestras vidas se vayan transformando en testimonio transparente del amor de Dios. Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 385)
Gracias, Padre, porque Jesús devolvió a su fuente original el amor entre hombre y mujer, el matrimonio y la familia,
liberándolos del pesado lastre del egoísmo que los desintegra y dignificando al mismo tiempo la figura de la mujer.
Tú estableciste la complementariedad de los dos sexos,
y no quieres que separe el hombre lo que tú uniste para siempre,
tú que eres la fuente del amor verdadero y al él nos llamas,
enseña a los jóvenes y adultos a crecer en el amor cristiano,
que refleja en el matrimonio el de Cristo a su Iglesia.
A aquellos y a los que llamas a la virginidad por el reino de Dios ayúdales a vivir con gozo la fidelidad de cada día.
Amén.
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