Moniciones para el Vigésimo Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Por: P. Domingo Vásquez Morales | Fuente: Catholic.net

Monición de entrada

A nadie le gusta sufrir, sin embargo, todos sabemos que el sufrimiento forma parte de nuestra vida. Por su conocimiento de la Biblia, especialmente de los cantos del siervo de Yavé, Jesús sabía que Él tendría que seguir el paso liberador de la cruz y de ese modo poner en práctica el plan del Padre. Como cristianos que somos, podemos unir nuestros sufrimientos a los de Jesús para que sean salvíficos o dejar que ellos nos hagan sentir infelices y miserables. Entreguemos nuestra vida generosamente al Señor, ahora que empezamos esta Liturgia.

Primera lectura: Is, 50, 5-10 (Ofrecí la espalada a los que me golpeaban)

Este texto es el tercero de los cuatro poemas del “siervo de Dios”. Esta figura paciente trabaja sin desmayo en su misión dolorosa, expuesto a la injuria y la violencia de los hombres. Pero Él está lleno de confianza en la ayuda de Dios como podríamos estar nosotros en medio de las dificultades de la vida. Pongan atención.

Segunda lectura: San 2, 14-18 (La fe, si no tiene obras, está muerta)

Santiago, en la segunda lectura de hoy nos recuerda que la fe sin obras es una fe muerta. El Apóstol nos invita a mantener una fe viva, activa, fecunda en frutos de amor y en obras de bien al prójimo.

Tercera lectura: Mc 8, 27-35 (Tú eres el Mesías. El hijo del hombre ha de padecer)

El Evangelio de hoy nos presenta un momento culminante en la revelación del misterio de Cristo, según San Marcos. En el texto distinguimos tres partes; en las dos primeras Jesús se dirige a los discípulos y en la tercera a ellos y a los demás seguidores. Antes de escuchar este mensaje, cantemos el aleluya.

Oración Universal

A cada invocación, únanse a mí diciendo: ¡Ayúdanos, Señor, con tu gracia!

1. Por nosotros, los cristianos, por nuestra manera de vivir y de servir: para que demos esperanza a los que sufren. Roguemos al Señor.

2. Por los que cargan con la cruz de la soledad, la opresión, la pobreza, el hambre, desempleo y la enfermedad: para que encuentren en nosotros con quien compartir su sufrimiento. Roguemos al Señor.

3. Por la juventud de nuestra parroquia: para que ponga su fe y confianza en Cristo y su Iglesia y no en los vicios. Roguemos al Señor.

4. Por nosotros y por nuestros familiares y conocidos: para que Dios abra nuestros corazones a su gracia, abandonemos el pecado y, practicando la justicia, caminemos hacia la vida de amor. Roguemos al Señor.

Exhortación final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 376)

Te glorificamos, Padre del cielo, porque Jesús
nos enseñó el camino que por la abnegación lleva a la vida
Con su ejemplo no mostró la ruta ardua y gozosa del seguimiento,
siendo el primero en la opción total por el reino de Dios
y adelantándose a entregar la vida para ganarla definitivamente.
Caminando con él, Cristo nos quiere libres para amar a los demás.

Te pedimos, Señor, hacer nuestros sus criterios y actitudes
para liberarnos de nuestro yo mezquino, egoísta y estéril.
Por su palabra y su ejemplo que nos precedió, entendemos que
la medida de nuestra libertad interior es la capacidad de amar,
olvidándonos de nosotros. ¡Ayúdanos, Señor, con tu gracia!

Amén.