Moniciones para el Vigésimo Domingo Tiempo Ordinario – Ciclo B

Por: P. Domingo Vásquez Morales | Fuente: Catholic.net

Vigésimo Domingo – Ciclo B

Monición de entrada

Buenos días (tardes, noches), hermanos y hermanas en Cristo. Hoy las lecturas nos invitan a participar en un banquete. La comida no es ordinaria, es el propio Cuerpo y Sangre de Cristo. Para tener vida eterna, y no simple obligación debemos participar en la Eucaristía y comulgar el cuerpo y la sangre del Señor, atendiendo a su oferta e invitación. Para que esa comunión sea plena tiene que alcanzar también a los hermanos, al mundo y la vida. Tal es la actitud sabia y sensata. De pie, para recibir al que presidirá esta Misa.

Primera lectura: Prov 9, 1-6 (Vengan a comer mi pan y a beber mi vino)

El autor del libro de los Proverbios nos habla de la Sabiduría de Dios como si fuera una persona. Invita a los simples, los inexpertos para que coman y beban en un banquete. Sin duda, esta lectura inspiró al evangelista Juan cuando escribió el discurso eucarístico. Cristo es “Sabiduría de Dios” y nos invita a su banquete. Presten atención.

Segunda lectura: Ef 5, 15-20 (Dense cuenta de lo que el Señor quiere)

San Pablo, escribiendo a los efesios, nos exhorta a imitar a Cristo, como miembros de una nueva creación. Ellos deben hacer su parte en la redención del mundo. Durante sus asambleas eucarísticas deben dar lugar a la acción del Espíritu Santo. Estos consejos son importantes para nosotros también. Escuchemos.

Tercera lectura: Jn 6, 51-58 (Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida)

Continuamos escuchando el capítulo VI de San Juan, con la lectura evangélica de hoy entramos en la segunda parte del discurso de Jesús sobre el Pan de Vida. Jesús nos dice que Él es el Pan bajado del Cielo pero que está en el mundo; que se entrega voluntariamente a su muerte expiatoria y que está disponible ahora como alimento de los fieles en la Sagrada Comunión. Antes de escuchar este mensaje de amor, entonemos jubilosos el Aleluya.

Oración Universal

A cada invocación ustedes se unirán diciendo: Muéstranos, Señor, la abundancia de tu amor.

  • Por la Iglesia, extendida por todo el mundo. Pidamos la plenitud del amor de Dios. Roguemos al Señor.
  • Por los que gobiernan los pueblos. Pidamos el espíritu de justicia. Roguemos al Señor.
  • Por los que son víctima de la debilidad humana, del odio y de la envidia, y de los innumerables errores del mundo. Roguemos al Señor.
  • Por los países más ricos. Pidamos para que contribuyan generosamente a los que necesitan el pan y la técnica para existir. Roguemos al Señor.
  • Por los que reclaman con fidelidad la Palabra de la salvación. Pidamos la sabiduría de Dios. Roguemos al Señor.
  • Por nosotros reunidos alrededor del altar. Pidamos poder vivir por la sabiduría y no por el poder o las riquezas del mundo. Roguemos al Señor.

    Exhortación final

    Gloria a ti, Señor, porque nos invitas a sentarnos a la mesa en que tú repartes el pan de tu cuerpo y el cáliz de tu sangre a los hambrientos y sedientos del ancho mundo.

    Daos, Señor Jesús, hambre del pan de vida que eres tú,
    Y sáciala abundantemente con tu cuerpo y sangre inmolados,
    Que nos dan vida eterna y comunión contigo y con los hermanos.
    Porque el pan que compartimos es el germen de un mundo nuevo
    en que los hombres son hermanos; y el cáliz de nuestra eucaristía
    es tu sangre, Señor, derramada para la salvación del mundo.

    Haz, Señor, que al comulgar seamos solidarios de los gozos
    Y esperanzas, tristezas y angustias de todos los hombres.

    Amén.

    (Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 364)