Santa Teresa de Portugal, nacida en el año 1175 en Coimbra, fue una figura notable en la historia religiosa de la Península Ibérica.

Fue la primera hija de los reyes Sancho I de Portugal y Aldonza de Aragón, recibiendo una educación centrada en los valores cristianos y en las disciplinas cortesanas.

En su juventud, su vida fue marcada por los acuerdos políticos típicos de la época, lo que la llevó a casarse a los 16 años con su primo segundo, Alfonso IX, rey de León en España.

Este matrimonio, aunque produjo tres hijos – Sancha, Fernando y Dulce o Aldonza – fue finalmente anulado debido a la proximidad de consanguinidad entre Teresa y Alfonso.

Tras la anulación, Teresa decidió regresar a Portugal llevando consigo a su hija menor, mientras que sus otros dos hijos quedaron bajo la custodia de su padre. La pérdida de su hijo Fernando en 1214 fue un golpe especialmente duro para Teresa.

Con el tiempo, tanto ella como sus hijas decidieron dedicar sus vidas a la religión. Teresa ingresó en el monasterio cisterciense de Lorvao en Portugal, fundado por ella misma, convirtiéndose en un modelo de oración, servicio a la comunidad y humildad.

Viviría el resto de su vida en la fe, muriendo en Coimbra en el año 1250.

A pesar de su vida de retiro y oración, la influencia de Santa Teresa de Portugal se extendió más allá de los muros de su monasterio. En España, su nombre ha sido respetado y venerado durante siglos, y la nación le guarda una eterna gratitud.

La beatificación de Santa Teresa de Portugal llegó en el año 1705, gracias al Papa Clemente XI.