Cada 16 de noviembre la Iglesia celebra a Santa Margarita de Escocia, santa del siglo XI, hermana del heredero anglosajón a la corona de Inglaterra, Edgar Atheling, y esposa de Malcolm III, rey de Escocia.
Margarita apoyó a su esposo en la consolidación de la fe católica entre los escoceses y trabajó arduamente en favor de los pobres y abandonados.
Nacida en el exilio
Su padre, el príncipe Eduardo el Exiliado, no pudo regresar a su patria hasta la caída del imperio nórdico invasor.
Cuando Margarita tenía 11 años, San Eduardo el Confesor, hermanastro de su padre, se hizo del trono inglés, gracias a lo cual la familia pudo retornar a la isla. Lamentablemente, la muerte de su tío Eduardo precipitó que su hermano Edgar reclamase el trono.
En 1093 su esposo Malcolm III y sus hijos Eduardo y Edgardo fueron heridos en el intento de recuperar un castillo. Malcolm y Eduardo murieron en batalla, mientras que Edgardo sobrevivió.
La santa enfermó gravemente poco después, pero providencialmente alcanzó a recibir a su hijo Edgardo y despedirse de él, agradeciendo a Dios que la haya librado de soportar tantas desgracias juntas.
Santa Margarita de Escocia falleció el 16 de noviembre de 1093.
Si deseas saber más sobre Santa Margarita de Escocia, te recomendamos este artículo de la Enciclopedia Católica: https://ec.aciprensa.com/wiki/Santa_Margarita_de_Escocia.
Cada 16 de noviembre la Iglesia celebra la fiesta de Santa Gertrudis la Grande, o, como también se le conoce, Santa Gertrudis Magna, vidente del Sagrado Corazón de Jesús. Fue una monja cisterciense y una escritora mística.
Por el tipo de unión espiritual que estableció con Dios es considerada como patrona de los místicos.
Prócer de las revelaciones del Sagrado Corazón
Muchos siglos antes de que Cristo se le apareciera a Santa María Margarita de Alacoque, cuyas visiones datan del s. XVII, Santa Gertrudis tuvo experiencias místicas con el Sagrado Corazón de Jesús.
Los latidos del corazón de Nuestro Señor
Oración por las almas del purgatorio
El Señor le dijo a Santa Gertrudis que con esta oración podría liberar mil almas del purgatorio cada vez que la rezara.
Padre eterno, yo te ofrezco la preciosísima sangre de tu Divino Hijo Jesús, en unión con las Misas celebradas hoy día a través del mundo por todas las benditas ánimas del purgatorio por todos los pecadores del mundo. Por los pecadores en la Iglesia universal, por aquellos en propia casa y dentro de mi familia. Amén.
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