San Marcelino y San Marcos son figuras veneradas en la tradición de la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa, y son reconocidos como mártires del cristianismo, celebrándose su festividad el 18 de junio.

Marcelino y Marcos eran hermanos gemelos de distinguida procedencia, nacidos en Roma y consagrados diáconos de la primitiva Iglesia.

Su fe se puso a prueba durante el reinado del emperador Diocleciano en el siglo III, cuando la persecución de los cristianos estaba en su apogeo.

Ambos hermanos se rehusaron a realizar sacrificios a los dioses romanos, lo que condujo a su arresto.

Su fortaleza y determinación se hicieron más evidentes durante su encarcelamiento. A pesar de la presión de sus padres, Tranquillinus y Martia, para renunciar al cristianismo, Marcelino y Marcos permanecieron firmes en su fe, gracias en gran parte a la influencia de San Sebastián.

El testimonio de Marcelino y Marcos desembocó en un verdadero resurgimiento de la fe cristiana en Roma, hasta el punto de que Chromatius, prefecto de la ciudad, liberó a todos los prisioneros cristianos y renunció a su cargo.

No obstante, este periodo de libertad y fe fue interrumpido cuando Marcelino y Marcos fueron traicionados y arrestados de nuevo.

El destino de los hermanos se selló cuando fueron condenados a una muerte brutal. Atados a pilares, con los pies clavados y la cabeza hacia abajo, sufrieron durante un día entero antes de ser atravesados con lanzas. Tras su martirio, sus cuerpos fueron sepultados en la Vía Ardeatina, en las cercanías del cementerio de Domitila.

Los restos de Marcelino y Marcos fueron trasladados en el siglo IX a la iglesia de Santi Cosma e Damiano, donde se hallaron nuevamente en el siglo XVI. En la actualidad, se encuentran enterrados allí, junto a una pintura antigua que los representa junto a la Virgen María.

El legado de San Marcelino y San Marcos sigue vivo hoy en día, especialmente en la ciudad de Badajoz, donde son considerados patronos secundarios de la archidiócesis de Mérida-Badajoz.