Nació en Cremona, Italia, en 1502. Quedó huérfano de padre antes de cumplir un año, y fue su madre quien se dedicó completamente a proporcionarle los cuidados necesarios y a sembrar en él la semilla de la fe. Gracias a ella, el niño pudo crecer consciente del amor y la providencia de Dios.

A los 22 años se graduó de médico, lleno del deseo de servir a otros con su profesión. Tenía la ilusión de poder salvar muchas vidas y, por qué no, almas. Aunque sin saberlo en ese momento, Antonio María había empezado el camino del servicio que lo llevaría al sacerdocio.

Unos años después, animado por su director espiritual, empezó a estudiar filosofía y teología. Con el tiempo, ya rendido su corazón al llamado de Dios, se ordenó sacerdote. Antonio María se había hecho médico de cuerpos y almas.

Más adelante se trasladó a Milán. Allí fundó a los Clérigos Regulares de San Pablo (Barnabitas), las Hermanas Angélicas de San Pablo y Laicos de San Pablo; e instituyó la fiesta de “La Adoración de las 40 horas”, en virtud de su gran amor a la Sagrada Eucaristía.

A San Antonio María le tocó vivir los tiempos difíciles de la reforma protestante proclamada en Alemania por Martín Lutero. Él fue uno de los que con su enorme labor apostólica preparó el terreno de la gran contrarreforma que la Iglesia Católica llevaría a cabo en el Concilio de Trento.

El Papa León XIII lo proclamó santo en 1897. Su fiesta se celebra el 5 de julio de cada año

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