Moniciones para el Segundo Domingo de Adviento – Ciclo C

Por: P. Domingo Vásquez Morales | Fuente: Catholic.net

Monición de entrada

Buenas noches, días (tardes) hermanos en Cristo. La Iglesia, en la liturgia de este segundo domingo de Adviento, nos invita a continuar nuestra preparación para la venida del Señor. En la vida diaria encontramos obstáculos que nos impiden caminar hacia el Padre. San Juan Bautista nos invita a la conversión para recibir así la salvación que nos trae nuestro Señor Jesucristo. De pie, por favor, para recibir la procesión con esperanza y alegría mientras entonamos el cántico de entrada.

Primera lectura: Baruc 5, 1-9 (Dios mostrará su esplendor sobre ti)

Israel ha sido deportado a Babilonia y allí el pueblo se consume en la aflicción del destierro. El profeta Baruc dirige su mensaje a los desterrados para darles fuerza y ánimo con las promesas mesiánicas. Escuchemos.

Segunda lectura: Fil 1, 4-6. 8-11 (Manténgase irreprochables para el día de Cristo)

Como los cautivos en la primera lectura, nosotros también somos peregrinos caminando hacia Dios. San Pablo, a través de la carta a los filipenses, nos exhorta a crecer en amor fraterno a fin de que estemos más preparados para la venida de Cristo. Escuchemos.

Tercera lectura: Lc. 3, 1-6 (Todos verán la salvación de Dios)

En el segundo y tercer domingo de adviento, oiremos al predicador del desierto, Juan Bautista. Él proclama el arrepentimiento y cambio de vida como preparación para la venida de Cristo. De Pie por favor.

Oración Universal

  • Por el Papa N, los obispos, sacerdotes y diáconos; para que a ejemplo de Juan Bautista, prediquen el perdón de los pecados y la reconciliación de los hombres con Dios, Roguemos al Señor.
  • Por toda la iglesia; para que sea signo luminoso del advenimiento de Cristo al mundo, Roguemos al Señor.
  • Por todos los cristianos; para que hagamos un esfuerzo grande en la preparación espiritual durante este adviento, Roguemos al Señor.
  • Por los enfermos, los marginados, los ancianos y los necesitados; para que en su lento caminar encuentren en nosotros la ayuda necesaria para llegar hasta Dios, Roguemos al Señor.
  • Por nosotros; para que nos ayudemos mutuamente a preparar el camino para la venida del Mesías, Roguemos al Señor.Exhortación final

    (Tomado de B. Caballero: La Palabra Cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 417)

    Peregrinos en el desierto de la vida, te bendecimos,
    Dios de la liberación, con todas las fuerzas que nos quedan,
    porque tu aurora despunta en la raya de nuestro horizonte.
    Líbranos, Señor, de estancarnos en el engañoso oasis del pasado,
    y haz que caminemos hacia el futuro con pleno realismo,
    discerniendo el azaroso presente y los valores de tu reino,
    porque tan estéril resulta un ciego conservadurismo a ultranza
    Como hacer, por sistema tabla rasa de todo el pasado.

    Manténnos firmes, Señor, en la tentación y el equilibrio
    de una esperanza inquieta y de un amor joven y activo,
    para convertir nuestro corazón a los valores de tu reino.

    Amén.

 

Cada 8 de diciembre la Iglesia Católica celebra la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.

Se trata de una celebración de enorme trascendencia para los cristianos, en la que se recuerda, con gratitud y alegría, el designio divino por el que la Madre de Jesús quedó preservada del pecado original desde el momento mismo de su concepción.

Dogma

Todo ser humano desde que es invitado a la existencia lleva sobre sí la carga del pecado cometido por nuestros primeros padres, Adán y Eva. María, por el contrario, en el preciso momento del inicio de su vida, fue protegida del mal que ingresó al mundo, como consecuencia del uso indebido de la libertad humana. Ella quedó limpia de esa falta que solo puede ser absuelta por la gracia del bautismo.

Que María goce de tal privilegio es solo entendible en el marco del plan divino de la salvación. Y es en virtud de dicho plan, cuyo centro es Cristo, que la Inmaculada Concepción de nuestra Madre resulta un dato imposible de ser soslayado; por eso, la Iglesia ha tenido a bien erigirlo como dogma de fe: todo católico está obligado a creer y defender esta certeza, preservada por la Iglesia como don único-.

Un poco de historia

La Iglesia ha preservado desde sus inicios la certeza de que María es “Inmaculada”, es decir, en ella no hay pecado.

Es a mediados del siglo XIX que el Papa Pío IX, después de recibir numerosos pedidos de obispos y fieles de todo el mundo, en comunión plena con toda la Iglesia, proclamó la bula “Ineffabilis Deus” (Dios inefable) con la que queda decretado este dogma mariano:

“Que la doctrina que sostiene que la Beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles…” (Pío IX, “Ineffabilis Deus”)

El día elegido para la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción fue el 8 de diciembre de 1854. En aquella ocasión, desde Roma fueron enviadas cientos de palomas mensajeras portando el texto con la gran noticia. Se cree que unos 400 mil templos católicos alrededor del mundo repicaron campanas en honor a la Madre de Dios.

Unos tres años después (1857), en Lourdes (Francia), la Virgen María se le apareció a una humilde pastorcita, Santa Bernardita Soubirous, en repetidas oportunidades. En una de ellas se presentó a sí misma con estas palabras: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.

Actualmente son miles los templos -distribuidos en los cinco continentes- que están dedicados a “la Inmaculada”; y millones los fieles que a Ella profesan particular devoción.

En el corazón de nuestros pueblos

La Inmaculada Concepción es la patrona de Estados Unidos y de España; mientras que en muchos países, ha quedado impostada en diversas advocaciones marianas.

Solo como una pequeña muestra de esto, se puede traer a colación que, por ejemplo, en Nicaragua la imagen de Nuestra Señora de “El Viejo” es una representación de la Inmaculada Concepción -cuyos devotos llaman cariñosamente “La Purísima”-. Algo semejante sucede en Paraguay con la venerada “Virgen de Caacupé”, que también es una representación de la Inmaculada Concepción.

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