Monición para el III Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo A

Ciclo A Tiempo Ordinario

Por: P. Domingo Vásquez Morales | Fuente: Catholic.net

Tiempo Ordinario – Ciclo A

III domingo

Monición de entrada

Como comunidad de hermanos, comprometidos con el Proyecto de Dios, nos reunimos para celebrar nuestra fe. Estamos conscientes que somos llamados a ser una luz en medio de la oscuridad del mundo en que vivimos. Para no dejarnos contaminar con la forma de vivir de aquellos que son defensores del proyecto del mal, basado en la injusticia y en la opresión de los débiles, necesitamos la fuerza del Espíritu de Dios. Por eso escuchamos la Palabra que nos fortalece y nos alimentamos en la mesa de la fraternidad, donde tienen lugar todos aquellos que se esfuerzan cada día por ser testigos creíbles del Dios salvador y liberador.

Primera lectura Is 8,23-9.3 (En la Galilea de los gentiles el pueblo vio una luz)

El texto que leemos a continuación forma parte de un poema que hace referencia probablemente a la campaña militar desarrollada por el rey de Asiria contra Palestina en el año 732 antes de Cristo, cuando deportó un primer grupo de judíos. Estos eran los pobladores del territorio de las tribus de Zabulón y Neptalí, lo que luego pasaría a ser Galilea, la región de Jesús. Isaías anuncia un “día de Yavé” que traerá la liberación a los deportados.

Segunda lectura 1 Cor. 1,10-13.17 (Pónganse de acuerdo y no anden divididos)

Escribiendo a la comunidad de Corinto, Pablo les invita a mantener la unidad en medio de la comunidad cristiana. La comunión de los hermanos sólo será posible si se pone a Jesús en el centro de la vida comunitaria. Ningún predicador o animador comunitario debe ser puesto en el lugar de Jesús, el Maestro, el Hermano.

Tercera lectura Mt. 4,12-23 (Jesús en Galilea. Predicación y primeras vocaciones)

Desde la tierra de Galilea, lugar marginado por muchos judíos se anuncia una luz para todo el pueblo. Desde allí se proclama el mensaje central de Jesús: el Proyecto alternativo del pueblo del Dios Salvador y Liberador (Reino de Dios) que exige un cambio radical de vida. Esa empresa necesita de hombres y mujeres que se comprometan con su realización. Por eso Jesús llama a quienes quiere para que le sigan.

Oración Universal:

A cada invocación, ustedes, responderán: “Padre, escucha nuestra súplica”

  • Por toda la Iglesia de Jesús, para que crezca la unidad entre todos sus miembros y comunidades, roguemos al Señor.
  • Por las personas que se sienten en tinieblas, sin sentido, sin esperanza… para que encuentren la luz de Jesús en la vida y en la práctica del amor y de la justicia de los cristianos que les rodean… roguemos al Señor.
  • Para que redescubramos con ojos nuevos y corazón nuevo lo que significa hoy la buena noticia del Evangelio en este mundo globalizado, cansado y posmoderno, roguemos al Señor.
  • Para que nosotros, como Jesús, no despreciemos a nadie, y hagamos opción preferencial por los marginados y desatendidos, roguemos al Señor.

    Exhortación Final

    (Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 117)

    Padre nuestro del cielo, hoy nuestra plegaria
    se centra en el deseo de Cristo al pedirte ardientemente
    la unidad total de cuantos por el ancho mundo creemos en ti.
    Solamente tú puedes lograr lo que parece imposible:
    que los hermanos esperados nos unamos en una sola Iglesia,
    formando un solo rebaño bajo la guía de un solo pastor.

    Todos hemos sido bautizados en un mismo Espíritu
    para constituir un solo cuerpo, el cuerpo eclesial de Cristo.
    Ayúdanos a mantener la unidad de la fe con el vínculo de la paz,
    porque una sola es la meta de la esperanza de la vocación
    a la que tú nos llamas en Jesucristo nuestro Señor.

    Amén.