Cada 5 de agosto la Iglesia celebra la fiesta de la Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor.
Santa María la Mayor está ubicada en Roma (Italia), donde destaca por ser el templo más grande de la ciudad dedicado a la Madre de Dios. Asimismo, es reconocida como la basílica más antigua consagrada a la Virgen en todo Occidente.
La Basílica de Santa María la Mayor fue construida por orden del Papa Sixto III, poco después de terminado el Concilio de Éfeso, en el año 431. En dicho concilio la Virgen María fue proclamada Madre de Dios, dejando atrás inacabables discusiones en torno a si le correspondía tal condición y título.
El fundamento de tal declaración consiste en que la Virgen María es auténticamente “Madre de Dios” porque es madre de Cristo plenamente -la Segunda persona de la Santísima Trinidad es una sola persona con dos naturalezas: humana y divina, ambas unidas en el santo seno de la doncella de Nazaret-. En otras palabras, no es posible que María sea Madre de Cristo y que su maternidad esté reducida a la parcialidad humana (como si fuera posible ser madre únicamente de su humanidad). Todo cuestionamiento a la maternidad divina, además, conduce a un sinnúmero de errores en torno a la Persona misma de Jesús comprometiendo la cristología y la obra de la redención.
Al ratificar la maternidad divina de María, los padres conciliares condenaron la herejía nestoriana (difisismo), que sostenía que en Cristo había dos naturalezas radicalmente separadas y concluía, ilícitamente, que María era solo madre de Jesús hombre. Esto, a la larga, equivale a afirmar que en Jesús hay “dos personas” y no una. Siendo María Madre de Cristo en su unidad y plenitud, es perfectamente válido afirmar que Ella es “Madre de Dios”.
El Papa Sixto III eligió el monte Esquilino como el lugar propicio para la edificación de la Basílica.
Santa María la Mayor, como se le llama habitualmente, está llena de historia y recoge de manera singular, por su riqueza artística, innumerables expresiones de piedad filial a María. Peregrinos y visitantes quedan sobrecogidos por su belleza interior y exterior, que invita a la devoción y a profundizar en el misterio de la participación humana en los planes de Dios. Esa participación está prefigurada en la Virgen: Santa María es la “Sierva” que se hizo “Madre de Dios” para la salvación del género humano.
Como expresión de esto, en la Basílica se encuentra una imagen mariana con el título de “Virgen María, salvadora del pueblo romano”, la Salus Populi Romani, protectora de la ciudad. Sus devotos la sacan en procesión en momentos de necesidad (por ejemplo, a su intercesión se atribuye el fin de una de las plagas que diezmó a la ciudad de Roma siglos atrás) que amenazan a Roma o al mundo.
San Juan Pablo II, desde el comienzo de su pontificado, quiso que una lámpara estuviera encendida bajo este ícono mariano como muestra de su gran devoción. Por su parte, el Papa Francisco, antes y después de emprender un viaje internacional, se dirige siempre a la Basílica, deja un ramo de flores al pie de la imagen mariana y se detiene para hacer un momento de oración.
Santa María de las Nieves
A veces los fieles se refieren a Santa María la Mayor como la Iglesia de “Santa María de las Nieves”, debido a un milagro vinculado a esta advocación cuya imagen está en una de las naves del templo. Asimismo, se le denomina ‘Basílica Liberiana’ en memoria del Papa Liberio, que fue quien la consagró; o, ‘Iglesia de Santa María de la Cuna’ porque, según la tradición, allí se conserva un fragmento de la cuna del Niño Jesús, traída desde Tierra Santa por Santa Elena.
En Roma hay cuatro Basílicas mayores de gran importancia histórica y espiritual. Santa María la Mayor es una de ellas. Las otras tres son la Basílica de San Pedro, la Basílica de San Juan de Letrán y la Basílica de San Pablo Extramuros.
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