Cada 20 de julio la Iglesia Católica celebra a San Apolinar, primer obispo de Rávena (Italia) y patrono de esa ciudad. El Martirologio Romano dice de él:
“De acuerdo a la tradición, [Apolinar] fue un obispo que mientras difundía entre las naciones las inescrutables riquezas de Cristo, condujo a su rebaño como un buen pastor y honró a la Iglesia cerca de Rávena con un martirio glorioso”.
De acuerdo a las actas de su martirio, Apolinar nació en Antioquía (actual Turquía), donde se hizo discípulo de San Pedro, quien después lo nombraría obispo de Rávena. Este santo fue uno de los mártires más famosos de la Iglesia primitiva, y la gran veneración que se le profesa desde la antigüedad puede ser considerada el mejor testimonio de su santidad y espíritu apostólico.
Tras su conversión y posterior bautizo, Apolinar se consagró al anuncio de Cristo entre sus coetáneos. Muchas conversiones fueron obradas en su ciudad natal gracias a su testimonio, lo que le valió, lamentablemente, ser objeto del repudio de las autoridades civiles. El santo terminó desterrado, por lo que enrumbó hacia la región de Bolonia (norte de Italia), donde el Evangelio había calado en muchas almas. Como obispo de Rávena, ciudad costera en la ruta de Bolonia, volvió a ponerse en la mira de las autoridades imperiales y fue nuevamente desterrado. Durante la travesía hacia el exilio naufragó frente a las costas de Dalmacia, donde fue capturado y castigado severamente por proclamarse cristiano.
San Pedro Crisólogo, ilustre sucesor del santo, lo llamó mártir, y añadió que Dios había preservado la vida de Apolinar durante largo tiempo para bien de la Iglesia.
Patronazgo e iconografía
El obispo suele ser representado con atuendo episcopal, la palma del martirio y el palio. La historia de su vida está recogida en los vitrales de la Catedral de San Pedro y San Pablo de Troyes (Francia).
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