Cada 8 de febrero celebramos la fiesta de Santa Josefina Bakhita, religiosa africana conocida como la “Madre moretta” (a veces también la “Hermana moretta”), es decir la “Madre morena”, en alusión al color de su piel.
Ella nació en Darfur (Sudán) y se nacionalizó italiana. Josefina vivió en carne propia los horrores de la esclavitud durante gran parte de su vida. El nombre “Bakhita”, que quiere decir “afortunada”, lo recibió por voluntad de sus captores -modernos traficantes de esclavos- a los 9 años, mientras que el de “Josefina” le fue dado doce años después, al momento de ser bautizada.
“Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos, porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa”, afirma Josefina en uno de los impactantes testimonios recogidos en su biografía.
“Viví una vida muy feliz y despreocupada, sin saber qué era el sufrimiento”
Sus raíces no son del todo claras, pero probablemente fue originaria de Olgossa, un pueblo de Darfur, y pudo haber nacido en 1869. Lamentablemente, no sabía a ciencia cierta ni dónde ni cuándo nació; como tampoco le era claro su nombre original. Guardaba, sí, recuerdos de la etapa previa a su secuestro y venta: “Viví una vida muy feliz y despreocupada, sin saber qué era el sufrimiento”.
En 1902 fue enviada a Venecia. En esa ciudad trabajó limpiando, cocinando y cuidando de los pobres. Sin hacer algo “extraordinario” -como algún portento o milagro- Bakhita se ganó la fama de santa. Siempre modesta y humilde, mantuvo una fe firme en su interior, haciendo de la sencillez de su vida cotidiana algo extraordinario, una ofrenda a Dios.
Por su espiritualidad y fuerza ante las adversidades, San Juan Pablo II la llamó “Nuestra Hermana Universal”. Bakhita falleció el 8 de febrero de 1947 en Schio, al norte de Italia, congregando a miles de personas durante sus funerales.
En 1978 fue declarada “Venerable”, y San Juan Pablo II la beatificó en 1992, decretando que su fiesta sea celebrada cada 8 de febrero. Finalmente, el mismo Pontífice la canonizó el año 2000, durante el Jubileo por el segundo milenio, como una forma de honrar al pueblo africano y a todos los cristianos, hombres y mujeres que sufrieron la esclavitud.
El año 2007, el Papa Benedicto XVI utilizó el ejemplo de vida de Santa Josefina Bakhita en su encíclica Spe salvi, para hablar de la esperanza.
En el texto, el Santo Padre escribió: “Bakhita (…) solo había conocido dueños que la despreciaban y maltrataban o, en el mejor de los casos, la consideraban una esclava útil. Ahora, por el contrario, oía decir que había un ‘Paron’ por encima de todos los dueños, el Señor de todos los señores, y que este Señor es bueno, la bondad en persona. Se enteró de que este Señor también la conocía, que la había creado también a ella; más aún, que la quería. También ella era amada, y precisamente por el ‘Paron’ supremo, ante el cual todos los demás no son más que míseros siervos. Ella era conocida y amada, y era esperada…”.
“Incluso más [continúa el Papa]: este Dueño había afrontado personalmente el destino de ser maltratado y ahora la esperaba ‘a la derecha de Dios Padre’. En este momento tuvo ‘esperanza’; no solo la pequeña esperanza de encontrar dueños menos crueles, sino la gran esperanza: yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa”.
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