Cada 16 de diciembre, el calendario litúrgico-pastoral tiene como memoria obligatoria la llamada
Expectación del Parto de la Bienaventurada Virgen María. Y es que, en la vida de todo cristiano, la
preparación para la Navidad no debe pasar por alto la contemplación del gozo que experimentó la
Santísima Virgen ante la proximidad de su parto. Eso es lo que se quiso expresar al llamarle Nuestra
Señora de la Esperanza, La Expectación del Parto de la Virgen, Santa María de la «O» o Nuestra Señora de
la O como popularmente también se le denomina hoy día. Este último, hace referencia a las Antífonas
Mayores del Cántico de la Virgen, el Magníficat, que en las Vísperas de los siete días anteriores a Navidad
empiezan con esa exclamación.
Fue en España, cuando en el año 656 se celebró el décimo Concilio de Toledo que los Padres trataron con
toda solemnidad este tema. Tres grandes santos tomaron parte en este asunto: San Eugenio, San
Fructuoso de Braga y San Ildefonso.
Finalmente, el Concilio dictaminó un decreto por el que se estableció que para dar mayor solemnidad a
esta fiesta mariana de la Maternidad Divina “se celebre el día octavo antes de Navidad del Señor y se tenga
dicho día como celebérrimo y preclaro en honor de su Santísima Madre”.
De otro lado, en relación con estas advocaciones de la Virgen, el arte suele representar a María en
avanzado estado de gestación, con su vientre abultado y la mano sobre el mismo, apuntando que allí está
el Hijo de Dios, que pronto nacerá.