Moniciones para el Décimo Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

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Buenos días:
Terminado el discurso sobre la misión y antes de comenzar la predicación en parábolas y que nosotros seguiremos en los próximos domingos, san Mateo nos presenta a Jesús en plena actividad en Galilea: predicando y curando. Y, en medio de esa actividad, la oración de Jesús que en este decimocuarto domingo escucharemos. Sin duda alguna, la oración es una dimensión importante en la vida cristiana. Lo fue para Jesús y lo tiene que ser para nosotros sus seguidores. El tiempo de verano es oportuno para buscar momentos de oración y meditación.

Primera lectura: Zacarías 9, 9-10: “Tu rey viene pobre a ti”

A continuación escucharemos un trozo del libro del profeta Zacarías. La situación histórica de este texto nos resulta desconocida. Probablemente fue escrito a finales del siglo cuarto o comienzo del tercero antes de Cristo. El profeta invita al pueblo a la alegría. Se le anuncia una noticia alegre y esperanzadora: la llegada de un rey justo y victorioso. El nuevo rey humilde y pacífico es garantía de un futuro de paz y de justicia.

Segunda lectura: Romanos 8, 9-11: “En deuda con el espíritu, no con la carne”

Durante cinco domingos estaremos escuchando fragmentos del capítulo 8 de la carta de san Pablo a los romanos, dedicado a la vida del cristiano en el Espíritu. Para el apóstol hay dos maneras de existir: “en la carne”, dominados por los instintos y pasiones egoístas, o “en el Espíritu”, vivificados y guiados por Dios. Este espíritu ha resucitado a Cristo; hemos sido bautizados, por tanto, unidos a Cristo y su espíritu habita en nosotros; somos así hombres nuevos.

Tercera lectura: San Mateo 11, 25-30: “Dios se revela a los sencillos”

La perícopa evangélica de este domingo la hemos estructurado en tres partes:

1) acción de gracias al Padre por la revelación recibida;

2) contenido de dicha revelación y

3) invitación y llamada. Presten mucha atención a este impactante mensaje, pero antes entonemos el aleluya.

Oración de los fieles

A cada petición contestaremos: “Que se alegren los que se acojen a ti, Señor”.

    • Para que la iglesia no caiga en la tentación de los medios poderosos, y en su debilidad se manifieste el poder de Dios, roguemos al Señor…
    • Para que las naciones rehúsen eficazmente el empleo de la fuerza en la solución de los conflictos, roguemos al Señor…
    • Para que cuantos se sientan cansados, agobiados, por tanta pesadumbre, encuentren en todos alivio y descanso, roguemos al Señor…
    • Para que ninguno de nosotros entremos entre aquellos que cansan y agobian, sino que estemos entre los que aligeran y hacen llevadera la vida de los demás, roguemos al Señor…
    • Para que cada uno de nosotros, los aquí reunidos, aprendamos de Cristo la mansedumbre y la humildad de corazón, llavando unos las cargas de los otros, roguemos al Señor…
    • Exhortación Final
    • Hoy nuestra oración, Padre, se une a la de Jesús para decir:
    • Glorificado seas, Dios nuestro, Señor de cielo y tierra,
    • Porque mediante la humilde sabiduría de la fe y del amor
    • revelas a los pequeños lo que se oculta a los poderosos,
    • e iluminas con la luz de lo alto a los sencillos que te buscan,
    • mientras ciegas en sus pensamientos a los sabios engreídos.
    • Gloria también a ti, Señor Jesús, porque hoy nos invitas:
    • Vengan a mí todos los cansados y agobiados, y econtrarán su
    • descanso, porque mi yugo es llevadero y mi carga es ligera.
    • Haz, Señor, que entendamos y vivamos tu ley en la libertad
    • de los hijos de Dios, respondiendo fielmente a tu amor.
    • Amén
    (Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 150)