Moniciones para el Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C

Moniciones para la Misa.
Cuarto Domingo: El ungido por el Espíritu

Monición de entrada:

Este es el cuarto domingo del año litúrgico. La primera lectura nos presenta la vocación del profeta Jeremías, quien no fue bien recibido por su pueblo. Cristo, el gran profeta del Nuevo Testamento, fue también rechazado por su propia gente. San Pablo nos dirá que, en medio de este mundo hostil, tenemos que practicar una virtud esencial, la caridad. De pie para recibir la procesión con el cántico de entrada.

Primera lectura: Jer 1, 4-5.17-19 (Te nombré profeta de los gentiles)

La primera lectura nos habla de la vocación de un gran profeta: Jeremías. Su misión: “elegido para que diga todo cuanto Dios le mande proclamar”. Su actitud interna: “no debe desmayar ante los grandes de la tierra”. Sus pruebas: las persecuciones. Su esperanza: “no podrán contigo, pues Yo, contigo estoy”. ¿Realizamos así nuestra misión cristiana en el diario vivir? Escuchemos.

Segunda lectura: I Corintios 12, 31 – 13,13 (Jerarquía de los carismas. Himno a la caridad)

En su primera carta a los corintios, San Pablo compone un himno sublime al amor. Lo describe como paciente, servicial, desinteresado, excusándolo todo, creyéndolo todo, esperándolo todo y que perdurará por siempre. El amor es un don del Espíritu Santo. Así debe ser nuestra caridad. Escuchemos.

Tercera lectura: Lc. 4, 21-30 (Jesús no es enviado sólo a los judíos)

Como Jeremías, en la primera lectura, Cristo no es bien recibido en su propia tierra. Llenos de ira arrojaron a Cristo fuera de la ciudad. Cristo continuó su misión hasta el final. Se necesita valor, fuerza, gracia y auténtico compromiso para seguir al Señor. Escuchemos, con mucha atención, pero antes cantemos el Aleluya.

Oración Universal:

1. Por los que han recibido la misión de anunciar al Evangelio: para que lo anuncien sin temor, denunciando el pecado, llamando a la esperanza, consolando, iluminado, roguemos al Señor.
2. Por los que cumplen la ardua tarea de educar a los demás: para que enseñen con autoridad, con coherencia: con la palabra y el testimonio de vida, roguemos al Señor.
3. Por aquellos a quienes les cuesta reconocer la palabra de Dios en la envoltura de la palabra humana: para que sepan aceptarla con fe y humildad, roguemos al Señor.
4. Por nuestros jóvenes: para que, escuchando la palabra de Dios, descubran la alegría de seguir a Cristo Redentor en la vida religiosa y sacerdotal, roguemos al Señor.
5. Por nosotros: para que no rechacemos la palabra de Dios que nos interpela, incluso cuando contradice nuestra manera de pensar y de vivir, roguemos al Señor.

Exhortación Final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 512)

Hoy, Señor, nuestra plegaria es de humilde conversión.
Porque hemos confinado tu palabra a la medida estrecha
de nuestra rutina y cálculos mezquinos, ¡Señor, ten piedad!
Porque has venido a nuestra comunidad y te hemos rechazado
silenciando la voz de tus profetas, ¡Cristo, ten piedad!
Porque te hemos encerrado en nombres vacíos de significado,
sin dejarnos interpelar por tu Espíritu, ¡Señor, ten piedad!

Oh, Señor, Dios nuestro, sorprendente en tus venidas,
no permitas que apaguemos tu Espíritu dentro de nosotros.
Convierte nuestros corazones a tu amor y al de los hermanos,
y manténnos siempre despiertos en la alabanza de tu nombre.

Amén.