Moniciones para el Vigésimo Noveno Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Monición de entrada

El mensaje que la Palabra de Dios tiene para nosotros no es fácil de vivir. Sin embargo, tenemos como ejemplo a Cristo, que cargó con nuestros pecados. Todos estamos llamados a beber del cáliz de este sufrimiento, entregándonos al servicio de los demás. En la Eucaristía, en que renovamos la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, Dios nos da la fuerza que necesitamos para seguir a Jesús, para servir a los demás. De pie para recibir a los ministros de esta Eucaristía, mientras entonamos con júbilo el canto de entrada.

Primera lectura: Is 53, 10-11 (El Siervo del Señor dará su vida como expiación)

Escucharemos ahora el cuarto cántico del Siervo de Yavé, visto por el profeta Isaías. El Siervo de Dios cargará sobre sus hombros todos nuestros pecados, entregará su vida como expiación. Escuchen hermanos y hermanas.

Segunda lectura: Hb 4, 14-16 (Tenemos un sumo sacerdote capaz de compadecerse)

Esta lectura nos describe la figura de Jesús. Él pudo compadecerse de nuestras miserias y debilidades porque sabe por experiencia propia lo que es obedecer y ha sido probado en todo como nosotros, menos en el pecado. Presten oído a este mensaje.

Tercera lectura: Mc 10, 35-45 (Breve: 42-45) (La autoridad como servicio)

Jesús le explica a los Apóstoles que el camino que lleva a la gloria es el camino del servicio hasta dar la vida, si es necesario. Marcos utiliza para ello dos imágenes: el cáliz y el bautismo para indicar, sin lugar a dudas, la superación de dificultades, incluso, la muerte. Pónganse de pie para escuchar este pasaje, pero antes cantemos el Aleluya.

Oración Universal

1. Por la Iglesia, especialmente nuestra Parroquia N: para que anuncie sin cesar que el amor es más fuerte que el odio y dé testimonio de la misericordia que ella experimenta de Dios. Roguemos al Señor.

2. Por todos los pueblos de la tierra: para que se afiancen sentimientos de mutuo acercamiento, aceptación y sincera colaboración. Roguemos al Señor.

3. Por nuestras propias intenciones, las necesidades de nuestra parroquia: para que pongamos nuestra fe y esperanza en Cristo quien sabe lo que necesitamos y lo que nos hace falta. Roguemos al Señor.

4. Por nosotros los aquí presentes: para que el amor crezca sin cesar y cada vez más desterremos de nuestras vidas la enemistad, las rencillas, el rencor, el egoísmo, la envidia, el odio, el individualismo… Roguemos al Señor.

Exhortación final

Te damos gracias, Señor Dios, Padre nuestro, por llamarnos
Al seguimiento de Cristo, que inauguró un mundo nuevo en el que
Los primeros y los más grandes son los que sirven a los demás.

Haz, Señor, que asimilemos la enseñanza y el ejemplo de Jesús,
Y optemos por unas relaciones fraternas de amor y mutuo servicio,
Desechando como fardo inútil nuestra supuesta importancia,
Aceptando con alegre sonrisa a los demás tal como son
Y compartiendo las penas, los gozos y las esperanzas de todos.

Cúranos, Señor, de nuestro egoísmo, soberbia e intolerancia,
Pues, queremos vivir al estilo de Jesús: amar sin pasar factura
Y servir en tu nombre a todos los hermanos sin distinción.

Amén.