La evangelización de China

El primer anuncio del Evangelio en China tiene orígenes muy remotos: parece que hasta Santo Tomás, uno de los Doce Apóstoles de Jesús, haya llegado hasta allá en su labor de evangelización. Los primeros testimonios ciertos de la llegada del cristianismo a China a través de Siria, sólo se pueden encontrar en el siglo V, mientras que en los tiempos modernos se debe mucho a la Compañía de Jesús, es decir, al envío de misioneros como Matteo Ricci, que desembarcó en Macao en 1582. Inicialmente, la nueva religión gozaba de cierta libertad de culto, con el edicto del emperador que en 1692 permitió la profesión de fe y la libre predicación dentro del imperio. Pero no duraría mucho tiempo.

Te bautizo Agustín

Agustín Zhao Rong nació en Guizhou en 1746 en una familia pagana. A los 20 años se enroló en el ejército imperial y a los 26, como guardia de la prisión de Wuchuan, recibió la tarea de custodiar a los cristianos encarcelados tras la persecución imperial desatada en 1772. Y es justamente aquí donde ocurre algo extraordinario. Sucedió que se detuvo cada vez más a menudo para escuchar a los sacerdotes que no dejaban de proclamar el Evangelio, ni siquiera durante la detención, y casi sin darse cuenta se encontró convertido al cristianismo. Recibiendo el bautismo del 28 de agosto se hizo llamar Agustín, luego se puso al servicio de los misioneros que se ocupaban de bautizar a los niños que morían de hambre y, una vez terminados los estudios teológicos necesarios, fue ordenado sacerdote en 1781. Gran predicador, capaz de conmover hasta las lágrimas con sus relatos de la Pasión de Jesús, obtuvo muchas conversiones y fue enviado a Yunnan para evangelizar a los aborígenes.

El martirio, semilla de santidad que da mucho fruto

En 1815, lamentablemente, la persecución anticristiana se reanudó en China y Agustín, reconocido como sacerdote, fue encarcelado y sometido a tortura hasta su martirio. Pero no fue el primero, porque donde llega el cristianismo, pronto también llega el martirio. Protomártir de China, de hecho, se consideraba al padre Francesco Fernández de Capillas, dominico asesinado en odio a la fe en 1648. Muchos los seguirán: se cuentan 120 muertos entre 1648 y 1930, de los cuales 87 nacieron y se criaron en China; los otros eran en su mayoría religiosos que vinieron en misión. Con ocasión del Gran Jubileo del año 2000 y de la canonización de San Agustín Zhao Rong, Juan Pablo II unificó a todos los mártires chinos en una sola causa, aunque beatificados en diferentes momentos, siendo todos testigos valientes del Evangelio de Cristo, que anunciaron con las palabras y con su propia vida hasta el sacrificio extremo.